jueves, 4 de febrero de 1999

Vendedor de ilusiones

El Nacional - 4/2/1999

Desde que se jubiló, los domingos eran iguales: pensar lento; lluvia de hojas; gatos retozando. Un día, tocaron a la puerta. - Buenos días, bachiller, soy Elin Pozttor, mucho gusto. Usted no me conoce, soy nuevo por aquí, trabajo en el Club Deportivo. - Buenas, siéntese por favor. - Bachiller, usted ha sido un hombre importante para el pueblo; le estoy organizando un homenaje. Será un torneo de softbol y llevará su nombre. - Muchas gracias -y la vanidad iluminó su cara. - Tenemos un pequeño problema. Tome, aquí tiene su franela con su nombre grabado, Copa Ely Luzo. He comprado los uniformes, el trofeo, algunas franelas; pero falta plata: pagar el estadio, los árbitros, etc. Yo seguiré buscando colaboraciones, pero pensé que usted a lo mejor nos podría ayudar. Para mí es embarazoso, creo que usted compr... - No se preocupe- y le dio varios billetes. - Muy agradecido. Nos vemos el sábado en el estadio, a las diez de la mañana. Llegado el día, con su franela puesta, se fue al estadio. Estaba cerrado, no había nadie, sólo otros jubilados; todos ellos con sus respectivas franelas y nombres grabados. También les habían vendido su pedacito de ilusión.

Marcial Fonseca