El Nacional - 9/7/1998
Un lunes por la noche, en una Caracas amodorrada, iniciaba su primer recorrido, luego de largos meses fuera de su hogar. Todo el fin de semana estuvo celebrando, con sus familiares y amigos, la culminación del curso de seis meses en la Escuela de la Policía Metropolitana. En la fresca brisa caraqueña y sin la presión de los instructores de la academia, quería probar lo aprendido. Por eso, cuando la viejita le dice que hay un joven sospechoso, apoyado en un lujoso carro, se dirige hacia él, y desde atrás llama su atención para que se voltee. El joven se gira, y al ver al policía, sale corriendo. En sacar el revólver con gran destreza, en disparar e inmediatamente informar a sus superiores de que había matado a un presunto ladrón, demostraban que sí había asimilado las lecciones. Iniciadas las averiguaciones, lo que primero sale a la luz pública es que el edificio donde vivía el agente, era también residencia, desde hacía cuatro meses, de la víctima. Quizás hoy estuviera viva, si en cada una de sus visitas furtivas hubiesen escondido la foto que estaba en la mesita de noche.
Marcial Fonseca