martes, 16 de enero de 2007

Las intermitencias de la muerte

El Mundo - 16/01/2007

"Ser inmortal es baladí; menos el hombre, todas las criaturas lo son, pues ignoran la muerte; lo divi no, lo terrible, lo incomprensible es saberse inmortal" JLB « Jorge Luis Borges, en su cuento Los inmortales, nos recreó con el fastidio de no morir, tan fastidioso e inhumano que se pierde el lenguaje, no existe la piedad y la tolerancia no tiene límites » Cuando un Premio Nobel publica un buen texto y de paso de largo aliento, la reacción es de sorpresa porque esos monstruos de la literatura, luego de galardonados, suelen caer en un valle improductivo o si producen algo, la calidad no es la esperada. Con nuestro José Saramago, Nobel de la bella lengua portuguesa, ocurre todo lo contrario; desde el 98 sostenidamente publica una excelente novela casi cada dos años. En su última obra, título de esta crónica, nos solazamos con la maestría y original forma de los diálogos, con la densidad de la trama y con la siempre omnisciencia del autor; aunque debemos confesar que añoramos aquellas frases, dichas al desgaire, que rielaban el texto; veamos este destello, "Se llevó dos puercos, uno a cada lado de la mula, también sin cabeza, el puerco, claro, que la mula precisaba la cabeza para ver por dónde iba poniendo los pies", que aparece por allá, en Levantado del suelo. Este cronista se acercó al libro con la curiosidad de ver cómo enfocaría la inmortalidad, o el simple hecho de no fallecer, sobre todo porque Jorge Luis Borges, en su cuento Los inmortales, nos recreó conelfastidiodenomorir,tan fastidioso e inhumano que se pierde el lenguaje, no existe la piedad y la tolerancia no tiene límites. El argentino consigue un pueblo de inmortales que le hace ver tales estragos; mientras que Saramago entra en su historia en el momento en quelamuertedejadecumplir su función en un determinado país; por ello el escritor se centró en qué hacer con aquellos comatosos que se quedan dolorosamente en ese estado; el enmallado de la novela no le permitió elaborar sesudas disquisiciones filosóficas ni ahondar en lo baladí que sería la vida si fuéramos inmortales. Con la idea central de la obra, nos vino a la mente el relato de Borges; pero una vez leída, Saramago también nos llevó a Oscar Wilde al ofrecernos un final feliz similar al del cuento El fantasma de Canterville.En Las intermitencias de la muerte,luego que ella decide reasumir sus funciones, introduce la angustiante novedad de enviarles a los futuros muertos, una carta de preaviso donde les anuncia que tienen siete días para arreglar sus cosas antes de fenecer. De todas las misivas despachadas, empero, hay una que por arte de birlibirloque se regresa, y se comete el sacrilegio de que alguien seleccionado por la parca, no muera. Ante este desafío, la muerte toma muy a pecho qué hacer, tan a pecho que se convierte en un bello súcubo y decide matar a la víctima con sus propias manos; pero antes de cumplir la misión, y como toda mujer detrás de una presa, se acuesta con ésta; e igual que Virginia en el relato del irlandés, que comprende "lo que es la vida y lo que significa la muerte y por qué el amor es más fuerte que ambas", ella, la protagonista de Saramago, una vez satisfechas varias veces como hembra, decide intermitir nuevamente sus labores, "y al día siguiente no murió nadie" por amor. ¿Sería hilar muy fino decir que José Saramago homenajea a JLB y OW en su Las intermitencias de la muerte?

Marcial Fonseca