El Nacional - 29/1/1998
Con una Venezuela pitorreándose las instituciones que ha adoptado, el país no luce como una nación seria. Sigamos viendo ciertas menudencias. Los fiscales entorpecen el tránsito en las autopistas de la capital. Una alcaldesa bautiza una calle con el nombre de un pelotero, que ojala no meta la pata como el futbolista argentino. A veces nos autodiagnosticamos y nos damos esperanzas. Los análisis sobre el comportamiento suizo del pueblo en el Metro, arrojan que sí podemos, cuando realmente estamos asustados por andar por las entrañas de la tierra. Actuando como caballeros, en vez de como lo que somos, criticamos que un político vaya al norte para chequeos médicos; si se le ocurriese hacérselos aquí, compraríamos una copia de su historia médica; así como en el pasado, se adquirían las grabaciones telefónicas hechas por la policía política. Se tienen escenas campesinas: locutores anunciando sus certificados de tales; pasajeros aplaudiendo el aterrizaje en Maiquetía, cuando vienen del exterior. Debemos repensar a Venezuela; pero no se otea el estriberón que nos ayudará a pasar el pantano que hemos creado.
Marcial Fonseca