Una curiosidad del idioma: una palabra que podemos pronunciar pero no escribir; y hasta ahora la RAE no ha le ha prestado atención, y quizás no le pare por ser de poco uso. Veamos. Cuando queremos decir en modo imperativo singular las expresiones pedirle, decirle, pegarle, simplemente decimos pídele, dile o pégale; son correctas pedile, decile, pegale; pero ahora nos interesa la primera forma. El problema se nos presenta con la expresión salirle. El blog Un Aracnido Una Camiseta hizo la consulta apropiada y la respuesta fue que oralmente es posible el imperativo sal le (decimos sal le al paso a ese problema). Sin embargo, al escribirlo, las normas exigen que el le se suelde al verbo (pegale, tocale, etc.); pero en sal le seria salle, que es otra palabra. Hay muchas propuestas: ir al voseo: salile al paso; o circuirlo: sal al paso de Pedro. Unos han aconsejado que se intercale una h o una e: salhle, sálele o usar la l germinada del catalán, sal.le; o que se diga sarle al paso. Bueno, lo cierto es LA RAE no esta interesada en esta pequeña curiosidad.
Marcial Fonseca
viernes, 4 de marzo de 2011
lunes, 24 de enero de 2011
¿Por qué mataron a Manuel Figuerái?
¿Por qué mataron a Manuel Figuerái?
En el presente volumen volvemos a encontrar al inefable comisario F. Seamol, todavía arrepentido del uso que hizo en el pasado de los interrogatorios despiadados y más convencido de que un crimen sí podía ser develado usando la inteligencia para hilvanar toda la información recabada, tal como sucedía en los libros policiales que había leído. Ahora, con base en los reportes de las escenas de dos asesinatos y escudriñando las andanzas de las víctimas, el comisario llegará a descubrir una sutil forma de corrupción en un caso, y en el otro, cómo la simple huella de una lectura de prensa lo llevará al culpable. Disponible en Amazon.com
En el presente volumen volvemos a encontrar al inefable comisario F. Seamol, todavía arrepentido del uso que hizo en el pasado de los interrogatorios despiadados y más convencido de que un crimen sí podía ser develado usando la inteligencia para hilvanar toda la información recabada, tal como sucedía en los libros policiales que había leído. Ahora, con base en los reportes de las escenas de dos asesinatos y escudriñando las andanzas de las víctimas, el comisario llegará a descubrir una sutil forma de corrupción en un caso, y en el otro, cómo la simple huella de una lectura de prensa lo llevará al culpable. Disponible en Amazon.com
domingo, 23 de enero de 2011
El Visitante, la Viuda Negra y otros textos.
El Visitante, la Viuda Negra y otros textos.
Este volumen recoge los artículos de prensa publicados en El Nacional, TAL CUAL y El Mundo, además de tres textos inéditos en papel, El Visitante, Quien pega primero pega dos veces y Cuento policial en dos tiempos. Los relatos han sido clasificados en de conocimiento, trece, de opinión y reflexión, doce, y en simples relatos o cuentos cortos, treinta y nueve; entre estos últimos, incluidos los inéditos.
Este volumen recoge los artículos de prensa publicados en El Nacional, TAL CUAL y El Mundo, además de tres textos inéditos en papel, El Visitante, Quien pega primero pega dos veces y Cuento policial en dos tiempos. Los relatos han sido clasificados en de conocimiento, trece, de opinión y reflexión, doce, y en simples relatos o cuentos cortos, treinta y nueve; entre estos últimos, incluidos los inéditos.
sábado, 22 de enero de 2011
Habitación 26
Habitacion 26
Marcial Fonseca imbrica perfectamente una apasionante trama policial con una investigación sobre el género, dando a Habitación 26 el doble interés de una novela que engancha al lector con el de la metanovela sobre el género. La clave del crimen está en una biblioteca donde se comienza a buscar en Agatha Christie, Simenon, Raymond Chandler, Patricia Highsmith, Dashiell Hammett, Arthur Conan Doyle y otros, así como en los cuentos negros de G.K. Chesterton, Manuel Peyrou, Harry Kemelman, William Faulkner, Edgar Allan Poe, H. B. Domeq, pero es en Borges donde parece estar la clave de la muerte ocurrida en la habitación 26. En Habitación 26, el Comisario que dirige las investigaciones lee desesperadamente a docenas de autores buscando las concordancias de una mente imaginativa autora de la denuncia. Nadie debía morir, sólo se trataba de humillar a un marido infiel, pero el destino se atraviesa convirtiendo la venganza en un asesinato preterintencional. Habitación 26 es una novela para leer de un solo tirón. Es imposible apartarse del texto hasta descubrir al culpable.
Marcial Fonseca imbrica perfectamente una apasionante trama policial con una investigación sobre el género, dando a Habitación 26 el doble interés de una novela que engancha al lector con el de la metanovela sobre el género. La clave del crimen está en una biblioteca donde se comienza a buscar en Agatha Christie, Simenon, Raymond Chandler, Patricia Highsmith, Dashiell Hammett, Arthur Conan Doyle y otros, así como en los cuentos negros de G.K. Chesterton, Manuel Peyrou, Harry Kemelman, William Faulkner, Edgar Allan Poe, H. B. Domeq, pero es en Borges donde parece estar la clave de la muerte ocurrida en la habitación 26. En Habitación 26, el Comisario que dirige las investigaciones lee desesperadamente a docenas de autores buscando las concordancias de una mente imaginativa autora de la denuncia. Nadie debía morir, sólo se trataba de humillar a un marido infiel, pero el destino se atraviesa convirtiendo la venganza en un asesinato preterintencional. Habitación 26 es una novela para leer de un solo tirón. Es imposible apartarse del texto hasta descubrir al culpable.
viernes, 21 de enero de 2011
Los mandamientos de Moisés
Los mandamientos de Moisés
En un reconocido museo británico, famoso por poseer desde frontispicios de obras monumentales hasta simples botones de hueso, fueron descubiertos unos rollos egipcios que relatan la biografía de Moisés. Según el material, su madre fue una princesa egipcia y su padre, Amram, un miembro de los levíticos. El nombre del patriarca fue producto de una negociación entre la princesa, que quería tener su hijo a pesar del posible rechazo del faraón, y el padre de Amram; y para que el nombre no se inclinara hacia ningún lado, le pusieron simplemente Hijo, que es lo que significa Moisés. En una parte de los rollos se describe una gran peregrinación que tiene en común con el Éxodo de la Biblia, la inspiración divina y la inmensa movilización de gente, y es la que usa el autor como base para la presente historia. Disponible en Amazon.com
En un reconocido museo británico, famoso por poseer desde frontispicios de obras monumentales hasta simples botones de hueso, fueron descubiertos unos rollos egipcios que relatan la biografía de Moisés. Según el material, su madre fue una princesa egipcia y su padre, Amram, un miembro de los levíticos. El nombre del patriarca fue producto de una negociación entre la princesa, que quería tener su hijo a pesar del posible rechazo del faraón, y el padre de Amram; y para que el nombre no se inclinara hacia ningún lado, le pusieron simplemente Hijo, que es lo que significa Moisés. En una parte de los rollos se describe una gran peregrinación que tiene en común con el Éxodo de la Biblia, la inspiración divina y la inmensa movilización de gente, y es la que usa el autor como base para la presente historia. Disponible en Amazon.com
jueves, 20 de enero de 2011
La nube en el cielo
La nube en el cielo
Este volumen recoge seis relatos, cuatro de ellos cortos, y dos largos. De los primeros, dos son místicos. La nube en el cielo, que da el título al libro, narra las incidencias de una imagen tan milagrera, en la población de Duaca, que pone en peligro la existencia de la Iglesia Católica. El otro, El fuego realmente destruye, indaga lo que pasa después de la muerte. El tercero es escatológico, como se deduce de su nombre: Cólicos. El último, La foto en la mesita de noche o un simple caso de exceso policial, es detectivesco. Un agente del orden público se ve envuelto en un aparente caso de venganza simple y pura. El primero de los largos, El premio, presenta los cambios humanos en un conglomerado social que se ve afectado porque uno de sus miembros recibe una ingente cantidad de dinero, producto del azar y no del trabajo. El relato final, Media Luna, es de ciencia-ficción con un desenlace humano práctico y real. Se plantea qué debería hacer la humanidad ante la aparición de una especie animal en evolución, y que apunta a ser competidora del hombre por la supremacía de la Tierra. Está enmarcado en el siglo C, cuando la paz de la Tierra es mantenida por el equilibrio de las tres potencias de entonces: China, Brasil y Estados Unidos, en ese orden de importancia.
Este volumen recoge seis relatos, cuatro de ellos cortos, y dos largos. De los primeros, dos son místicos. La nube en el cielo, que da el título al libro, narra las incidencias de una imagen tan milagrera, en la población de Duaca, que pone en peligro la existencia de la Iglesia Católica. El otro, El fuego realmente destruye, indaga lo que pasa después de la muerte. El tercero es escatológico, como se deduce de su nombre: Cólicos. El último, La foto en la mesita de noche o un simple caso de exceso policial, es detectivesco. Un agente del orden público se ve envuelto en un aparente caso de venganza simple y pura. El primero de los largos, El premio, presenta los cambios humanos en un conglomerado social que se ve afectado porque uno de sus miembros recibe una ingente cantidad de dinero, producto del azar y no del trabajo. El relato final, Media Luna, es de ciencia-ficción con un desenlace humano práctico y real. Se plantea qué debería hacer la humanidad ante la aparición de una especie animal en evolución, y que apunta a ser competidora del hombre por la supremacía de la Tierra. Está enmarcado en el siglo C, cuando la paz de la Tierra es mantenida por el equilibrio de las tres potencias de entonces: China, Brasil y Estados Unidos, en ese orden de importancia.
miércoles, 15 de diciembre de 2010
Mensajes oníricos
Artículo escrito alalimón con mi hijo Jorge Luis Fonseca, publicado en Tal Cual, Caracas, Miércoles 15 de Diciembre de 2010.
Estaba muy contento con su regalo, ya le había dicho a los suyos que cada uno tenía un repique diferente; las llamadas de la esposa lo alegrarían con la Murga panameña; las de la hija le recordarían Obladí obladá y las del varón, Hey Jude. Cualquiera otra llamada, las Cuatro estaciones. Para los mensajes texto, simples tonos en orden vocálico. Para su mujer un talalán, para la niña, telelén y para el varón, tililín; para los demás, tololón; y para aquellos de origen desconocido, tululún. Así de moderno era el celular.
Esa noche se fue tarde a la cama porque estaba grabando los números en su nuevo móvil. Antes de subir, se cercioró de que todas las puertas estuviesen cerradas; y apagó la lámpara donde estaban cargándose los celulares de la familia; como siempre, el suyo era el único que no se quedaba ahí porque era también su despertador.
Colocó el teléfono en la mesita de noche; para no molestar a su mujer se introdujo en la cama con mucho cuidado. Por el cansancio, a los pocos minutos ya estaba soñando. El sueño era en blanco y negro, en él hablaba con unos amigos y el talalán de su esposa lo interrumpía a cada momento; pero no había mensajes. Esto sucedió tres veces; a la cuarta, despertó y se dio cuenta de que el móvil tenía la pantalla encendida y un texto que rezaba: Te espero abajo. “Mi mujer está jodiendo, bajó y me está enviando mensajes”, pensó él mientras volteaba hacia el lado de ella; se sobresaltó al verla dormida. De nuevo talalán, ahora sí se asustó, aun así leyó el corto mensaje: Ven. Se levantó dispuesto a averiguar qué pasaba; salió del cuarto y vio a sus hijos en sus camas. Caminó en puntillas por la escalera; todo parecía normal; aunque había más frío que de costumbre. Se dirigió a la cocina y oyó un ruido que venia de arriba; se volteó y al final de la escalera estaba una cosa alta, amorfa y con largos y huesudos dedos como tenues latigazos de luz. El esposo cerró los ojos y se dijo a sí mismo, “Estoy soñando y estoy en la cama con mi mujer”; abrió los ojos y no era cierto, estaba en planta baja y la cosa seguía allá arriba. Mientras decidía qué hacer, los débiles destellos empezaron a descender; cuando los dedos casi lo tocaban un fogonazo rojo inundó el espacio y de repente él estaba en su habitación, parado al lado de su cama. Se alegró; “Sí era un sueño”, dijo; pero en la mano tenia una muñeca blanca y en la puerta estaban sus hijos sorprendidos porque la mamá no estaba en la cama, su lado estaba vacío. El papá, absorto, miraba la pantallita iluminada del teléfono; cuando se desvaneció la luz, los tres fueron devorados por una oscuridad infinita.
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