El Mundo - 7/7/2005
Ya iban varios años con problemas que ameritaban una visita al doctor, pero no tenía el coraje de hacerla. Su esposa, muy comprensiva ella, adoptaba posiciones que no exigían una gran rigidez. Hablaron de recurrir a la pastillita azul, pero él no se atrevía a ir al médico por un récipe. Pronto se enteraron de que no era necesario porque la vendían libremente; y decidieron que ella la compraría. Se leyeron el folletín del laboratorio fabricante de cabo a rabo y concluyeron que no debería haber dificultades, el corazón estaba perfecto y además no estaba ingiriendo ningún fármaco que contuviera nitratos o nitritos. <!--more--> Sin embargo, el esposo íntimamente temía que con él no funcionaría, de que lo de él no tuviera remedio, y de ahí que para no quedar mal con su esposa, se decidió a probarla con una antigua amante que ya había quedado como una costumbre en su vida; y que tampoco lo estresaba con sus problemas de erección. Le pidió que comprara la medicina y se fueron a un hotel. Hizo los rutinarios escarceos amorosos que era para lo que había quedado. Transcurridos 45 minutos, empezó a sentirse como un muchacho de 15 años y realmente cumplió; luego de dos horas repitió la hazaña. Estas correrías las hizo dos veces más antes de tomar la determinación de satisfacer a su mujer. A ella la preparó. Mientras hacía la comida le pellizcó varias veces el trasero, le besaba el cuello y le susurraba que esa noche tomaría la pastillita. Dos horas después de la cena, y ya en la habitación, le pidió que se la buscara. Ella se fue a la cocina, le trajo un vaso con agua, se metió al baño y regresó con una mano detrás de la espalda. ?Cierra los ojos?, le dijo, ?y abre la boca?. Algo no estaba bien, pensó el esposo, pero aun así hizo caso y ella le puso en la lengua un pedazo de vitamina E; él arrugó el rostro, dijo que no sabía igual, escupió en su mano y observó extrañado la tableta. ?¡Mira!?, reaccionó airado, ?no creas que soy un pendejo. ¿Con quién las has usado??. La furia lo cegó y le dio dos fuertes golpes, uno en la mejilla derecha y otro en el oído izquierdo. Ella cayó al suelo, empezó a llorar, sus lágrimas se mezclaron con la sangre que manaba de sus labios; él seguía insultándola. A pesar de estar aturdida, le indicó algo en el closet; él miró hacia allá y lo único fuera de lugar era un recorte de periódico. ?¡Lee esa vaina!? pudo gritar ella, él lo tomo y notó que estaba subrayado lo siguiente: ?Muchas veces los problemas de erección se deben más a razones psicológicas que a deficiencias físicas; por ello, querida amiga moderna, engañe a su esposo, cuando le vaya a dar su ración de sildenafil, que es el componente activo de la pastillita azul, use un placebo, que la mayoría de las veces da resultados? Avergonzado regresó el recorte a su sitio; al fondo del closet descubrió la cajita, la abrió y ahí estaba su contenido completo. Le iba a pedir perdón, pero ella se le adelantó, ?¡Ahora, desgraciado, explícame como es eso de que no sabe igual!?
Marcial Fonseca