miércoles, 16 de marzo de 2005

Midiendo la tensión

El Mundo - 16/3/2005
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Compa Rogelio, bedel por más de cuarenta y cinco años en la única escuela de Duaca, despertó de la siesta antes de lo previsto porque se sentía mal; el brazo izquierdo le dolía aunque no había dormido sobre él, la quijada también le molestaba y tuvo ganas compulsivas de liberar sus vísceras. Su mujer no supo qué hacer, así que envió a su hijo a buscar al vecino, gran amigo de su esposo porque compartían una gran cultura etílica, además, como cronista de la ciudad que era y por lo tanto custodio de la historia del pueblo, estaba escribiendo las memorias de Compa Rogelio, personaje folklórico de referencia de Lara. De hecho, ya había finalizado la etapa de investigación, había recolectado más de cien anécdotas. Entre ellas destacaban dos, la primera: la maestra le preguntó ¿Simón Bolívar murió en? y el niño Rogelio contestó rápidamente Fermo; y la otra, fue al hospital a recoger a su compañero de farra, Piñita, quien ya iba para tres meses como jefe del economato; le preguntó al portero por él, aquel le contestó que lo esperara porque estaba operando. Cónchale, sentenció el Rogelio ya adulto, tan solo en noventa días llegó a médico, No sea bolsa, replicóle el otro, está haciendo del cuerpo. Pero regresemos al malestar de marras. El amigo vino de inmediato, y le preguntó por los síntomas, Me duele el brazo izquierdo, tuve que ir al excusado y estoy sudando frío, Eso puede ser el corazón, usted sabe, los años, así que tenemos que adelantarnos, vámonos para el hospital, el director es mi amigo y vamos a pedirle que le chequee la tensión. Y partieron en el viejo willys del vecino. Compa Rogelio tenía la cara desencajada, caminaba con dificultad, la camisa estaba empapada; el brazo se le iba hacia dentro como si no tuviera fuerza para sostener la mano alineada. El hospital quedaba a menos de seis cuadras, pero por unos trabajos de cloacas, había toda una calle abierta, por lo que había que dar un rodeo de casi tres kilómetros. Tomaron dirección norte; el cronista quiso animarlo, Cómo se sientes, Bien; pero parece como si me estuvieran presionando el pecho, Respire hondo, y no se preocupe, no hay tráfico, ya llegamos. Al tomar dirección sur, con el hospital a quince manzanas, Rogelio cerró los ojos, Compa, qué le pasa, tiene sueño, No, es para descansar, creo que me estoy aliviando, ya no estoy sudando, Aguante nada más, en menos de dos minutos estamos allá. El conductor estacionó el vehículo y le dijo a su amigo, Ya estamos aquí, le pido una camilla, No te preocupes, creo que ya estoy bien, puedo caminar, Está bien, vamos para que lo vea el doctor, aquí no necesitamos cita. Al franquear la puerta, preguntaron por el director, Está en su despacho, le contestaron, Bueno, vaya y pídale que le midan la tensión, es aquella oficina. El enfermo se dirigió hacia donde le indicó su amigo, empujo los batientes y en menos de tres segundos estaba de vuelta donde su vecino que le preguntó, Compa Rogelio, le midieron la tensión, No, me la llamaron.

Marcial Fonseca