El Mundo - Caracas, 3 de Abril de 2007
Como estamos en el mes dedicado al lenguaje, recordaremos algunas anécdotas que tienen en común referirse a algún aspecto del idioma. Quizás muchas veces ellas son simples muestras de buen humor y para darles visos de realidad, las atribuyen a personajes famosos. Empecemos con aquella del gran filólogo Angel Rosenblat. Un alumno explicó que un compañero de clase estaba ausente porque tenía complicaciones con su diábetes; el profesor le contestó, esa es una enfermedad muy grave, pero nunca esdrújula. Sigamos en el ambiente escolar. La maestra les pidió a los niños que honraran a sus progenitoras con un relato libre, pero condicionado a terminar con la frase ¡madre hay una sola! El primer alumno contó que un perro lo atacó, pero su madre puso el brazo para que no lo mordiera a él etc. etc. y concluyó, ¡madre hay una sola! Le tocó a Jaimito; narró que estaba viendo televisión y dijo ma, quieres una malta, sí, hijo, contestó ella. Se va a la nevera, la abre, se voltea y grita, te fregaste, madre, hay una sola. Vayámonos al siglo XIX, donde el polémico periodista JV González mantenía sus famosas diatribas contra un presidente de aquel entonces. Los ataques eran realmente virulentos. Una vez caminaba el mandatario por la calle, con poca escolta, muy normal en esa época y se consigue frente a frente con su enemigo político. El Presidente dice, yo no le doy paso a estúpidos, el otro, apartándose, le contesta, yo sí, yo sí. Lo anterior nos lleva a un presidente postgomecista que paseaba con su esposa, manejando él, y en una calle del Country Club un borracho se le atraviesa, luego de frenar el presidente para no atropellarlo, el hombre se acerca a la ventanilla, en actitud mendicante y el Primer Magistrado le dice, sepa usted que a mí en la calle no se me para. La esposa murmuró, y en la casa tampoco. Hay dos preferidas del autor. La primera con más de quinientos años y el meollo de ella se sigue repitiendo hoy día, principalmente por periodistas y locutores afectados. Veamos. En el concilio de Trento, los obispos alemanes se burlaban de los españoles porque ya estos, en su latín, no establecían diferencia entre la V y la B, por ello comentaban los germanos: Beati Hispanici quibus vivere bibere est (Felices los españoles para los cuales vivir es beber); los hispanos contestaban, ante la dificultad de sus críticos de no poder diferencia la f de la b, Beati Germani quibus Deus verus, Deus ferus est (Felices los alemanes para los cuales el Dios verdadero es un Dios feroz). Así que es pedantería extrema pronunciar diferente la B de la V. Vayamos a la última. Andrés Bello, como a todo venezolano, le gustaba corretear a las muchachas de servicio. Ya establecido en Chile, su esposa inglesa lo sorprendió manoseando a la mucama y le dijo en su español enrevesado, Andrrrésss, esstoy sorrprrendida… No, no, contestó el gran filólogo, yo soy el sorprendido, tú estás estupefacta.
Marcial Fonseca