Tal Cual - 2/10/2001
El autor pensaba dedicar esta columna al arzobispo anglicano James Usher, quien por allá por el siglo XVII, concluyó que Dios empezó la creación, Génesis 1.1, el 23 de octubre de 4004 AC, a las 10 am. Si hacemos rápidos cálculos, estaríamos rondando los seis mil años de tal hecho; y con un poco de abstracción mental, y yendo al Salmo 90, que reza que un día para el Creador son mil años para nosotros, podemos decir que el Hacedor entra en su séptimo día, y nosotros, en mil años con un Dios descansando; por lo que cabría preguntarnos: ¿serán de felicidad o de lamentos, ya que El no nos estará prestando atención? Pareciera que por lo ocurrido el 11 de setiembre en Estados Unidos (más que una barbaridad, un ejemplo de la estupidez humana), se nos avecina un milenio de cruenta actividad. Y lo de ese día, acompaña otros hechos trogloditas que están sucediendo por doquier. La humanidad, u Occidente, se está enfrentando a algo que no se veía desde las Cruzadas; es decir, a un choque entre dos civilizaciones, una de las cuales se inspira en su divinidad, y la otra, en patriotismo, defensa propia o cualquier otra tautología. El mundo donde vivimos ya fue testigo de dos guerras mundiales, cuyas causas no tuvieron razones teológicas. Pero el acto que acaba de ocurrir se escuda en una intolerancia fanática religiosa enfermiza, que del lado cristiano no es del todo ajena. Recordemos nada más la Inquisición, o la respuesta de Santo Domingo cuando le preguntaron cómo diferenciar los infieles de los católicos cuando se preparaban a asaltar un pueblo en manos de los primeros. La respuesta fue contundente: "Mátelos a todos, que Dios haga la separación en el cielo". Las acciones que generará la operación Libertad Duradera no deberían ser vistas como un ataque a una religión, pero por allá, en el Oriente Medio, eventualmente podrían considerarlas como una guerra contra el islamismo. Es triste, pero la Tierra podría estar presenciando el inicio de la tercera guerra mundial, que sería no convencional, donde los dos bloques se alimentarían de ideales basados en dos entelequias, de un lado llamada Alá, del otro Jehová, y ambas corresponden al nombre genérico de Dios, que es el placebo que le ha permitido al ser humano sobrevivir a sus miserias; pero que deja de ser la solución cuando pretendemos ser diferentes en su nombre.
Marcial Fonseca